Siendo inequívocamente el judaísmo la religión del padre, el cristianismo la religión del hijo y el Islam la religión del Espíritu: tres personas distintas para un único y mismo dios.
Para estas tres culturas, la imagen del jardín no deja de ser también un mito originario común y fundacional. No solo es el lugar del origen y de la creación del hombre, sino también el lugar de llegada: la tierra prometida, el paraíso. El Corán lo reconoce explícitamente: “Quienes obedezcan a Alá y a Su Enviado // Él les introducirá en Jardines // regados por aguas vivas, // en los que morarán eternamente”. (Sura 4, aleya 13), y el Profeta habla hasta de siete jardines diferentes, en ese paraíso. Pero
también el cristianismo ha hecho de la imagen del jardín un lugar de reconciliación y de esperanza, de paz y de alegría perpetuas. El propio Jesús de Nazaret le dice al buen ladrón, en el mismo momento de su muerte: “En verdad te digo, hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lucas 23: 43).

 Miguel Cereceda (crítico de arte), sobre el Jardín secreto.